Ausonio en Parentalia (s. IV)
Una de las tradiciones que forman parte del patrimonio inmaterial de un grupo humano es la forma
en que recuerda a sus parientes fallecidos. Los días 01 y 02 de noviembre, fechas en que se
celebra el Día de los Santos y el de los Difuntos respectivamente, se constituye en muchos
lugares una sola celebración.
Se ha señalado que el modo en que en algunos lugares del Perú se rinde culto a los antepasados
tiene sus orígenes en épocas prehispánicas, debido a la forma en que se celebraban los
aniversarios de la muerte y el tratamiento que recibía el mallqui o cuerpo del fallecido. Es
entonces cuando se le sacaba de la sepultura, se le cambiaba las ropas, y se le ofrecía alimento y
bebida.
En 1615, el cronista Guamán Poma de Ayala, describe
esta práctica en su “Nueva Corónica y Buen Gobierno”
“Noviembre. Aya Marcay Quilla, este mes fue el
de los difuntos. Aya quiere decir difunto, es la
fiesta de los difuntos, en ese mes sacan los
difuntos de sus bóvedas que llaman pucullo y le
dan de comer y de beber, y le visten de sus,
vestidos ricos, y le ponen plumas en la cabeza, y
cantan y danzan con ellos, y le pone en unas
andas y andan con ellas en casa en casa y por
las calles y por la plaza y después tornan a
meterlos en sus pucullos, dándole sus comidas y
vajilla, al principal de plata y de oro y al pobre de
barro; y le dan sus carneros y ropa y los
entierran con ellas y gasta en esta fiesta muy
mucho” (1993: 177)
Estas acciones, que los españoles encontraron a su
llegada, fueron prohibidas por los sacerdotes.
En 1567
el Primer Concilio Limense indicaba en el canon 106
parte 2:
“Que en las ofrendas por los difuntos,
especialmente el día de las ánimas después de
Todos Santos, no se permita a los indios ofrecer
cosas cocidas o asadas, ni se dé ocasión para
su error, que piensan que las ánimas comen de
aquello” (Citado en Van der Berg,1989: 171)
Por otro lado, ¿desde cuándo y de qué manera conmemoraba la Iglesia Católica a los difuntos?
El culto a los parientes muertos, fue celebrado por los primeros cristianos de la misma forma en
que lo hacían los romanos en sus fiestas parentales celebradas del 13 al 21 de febrero de cada
año cuando el Estado consagraba una novena a los “parientes difuntos” que acababa en la
Feralia. En estas fiestas, familiares y amigos de los difuntos se reunían para visitar las tumbas
NOVIEMBRE
Aya Marcai quilla, la fiesta de los difuntos.
El Banquete
Al día siguiente, el 22
de febrero, en la fiesta de la Caristia, cada familia ofrecía a sus difuntos un banquete sagrado en
el que el fallecido era invitado a participar.
Después del Edicto de Milán (313), en el que cesa la persecución de los cristianos y muchos
romanos se convierten al cristianismo, la tradición de celebrar a los muertos continúa llevándose a
cabo cada febrero, haciéndose cada vez de manera más disoluta, por lo los banquetes funerarios
quedan prohibidos.
Es en el año 998 cuando el monje benedictino San Odilón quinto abad de Clunny estableció
la oración por los difuntos entre todos los monasterios de su congregación, instituyendo el 2 de
noviembre como la fecha de Conmemoración de los Fieles Difuntos para orar por las almas de los
fallecidos. En el siglo XIV, esta celebración se generaliza en toda la iglesia católica, debiéndose
asistir a misa, comulgar por los difuntos y visitar los cementerios.
Esta sería la manera que los sacerdotes españoles que llegaron en el siglo XVI, inculcarían en los
indígenas la conmemoración del Día de Muertos, sin embargo la forma ancestral de celebrarlo y
que hemos explicado líneas arriba, sería la que iba a prevalecer, pese inclusive a las campañas
de extirpación de idolatrías.
Otro aspecto a tener en cuenta es la diferencia de conceptos sobre lo que significa la muerte1
para
los quechuas, aymaras como para los muchos grupos culturales que ocuparon nuestro territorio,
frente a la idea cristiana de la muerte:
“[…] la concepción andina de la muerte y el Más Allá carecería de la idea de un Juicio Final
y de las nociones de premio y castigo, de Cielo e Infierno. Tampoco se especifica en
ningún momento el lugar exacto adonde han de ir los difuntos, aunque si queda explicitado
el temor de que queden vagando por la tierra y causen la desdicha de los vivos. Así tal vez
lo único que en este punto podamos resolver sea que la vida post-mortem significaba para
las gentes andinas una existencia paralela en los mismos términos que aquella disfrutada
en el plano terrestre.” (Gil, 2002:66)
Para que esta existencia sea pacífica, los deudos deben ofrecerles comida, bebida, vestimenta; el
buen trato con las almas será definitivo en una sociedad cuya base económica es la agricultura, y
noviembre es el mes de inicio de lluvias, sólo así se asegurará una buena cosecha.
A diferencia de la concepción católica, la relación entre los vivos y los muertos continúa.
El culto a
los antepasados revitaliza las relaciones de reciprocidad que sustentan la economía de la
sociedad.
Se ha afirmado que, como en muchas celebraciones, se produjo un sincretismo religioso, aunque
a decir de algunos autores, esta aseveración es muy simplista en el caso de la celebración del Día
de los Difuntos en algunos pueblos del Perú.
Veamos de qué manera se celebra esta festividad en algunas ciudades del norte, centro y sur de
nuestro territorio, donde a pesar que las prácticas puedan tener elementos comunes, también hay
otros que las caracterizan y hacen de ellas tradiciones únicas que deberían ser preservadas.
Celebración Norteña:
En la costa norte, en el departamento de Piura, más precisamente en la zona denominada Bajo
Piura, en Sullana, Paita y Sechura, la celebración del día de muertos es tradicional y aunque ha
ido variando con el tiempo, es una de las fiestas más importantes. Los días 30 y 31 los familiares
van a los cementerios a limpiar y pintar las tumbas, a quitar la maleza, y las piedras. La festividad
se inicia el día 1 de noviembre con el recuerdo de los “angelitos”, aquellos niños y adolescentes
muertos.
Desde las 7 de la mañana, en los cementerios se coloca flores en sus tumbas, después del
mediodía y hasta las seis de la tarde se celebra en la plaza la primera parte de la festividad del
Día de Santos. Frente a la iglesia se colocan puestos de venta de suspiros, buñuelos, rosquillas,
alfajores, bizcochos, cocadas, pan de muerto, etc.
Ese día las madres que perdieron a sus hijos, van en busca de aquellos niños de la misma edad y
apariencia que se los recuerden y les ofrecen miel de chancaca y dulces. La madre del angelito
bendice al niño y le da de comer a nombre de su niño muerto, “come por …” es lo que dice cada
madre. Si el niño es muy pequeño le dará de comer un trozo de rosca sumergido en miel, si ya
puede comer por si solo recibirá dulces, los mismos que se denominan también “angelitos”.
Los familiares acuden a los nichos por la noche a realizar la tradicional "velación" |
La celebración en recuerdo de los adultos fallecidos se inicia, desde las seis de la tarde del día 1 y
durante toda la noche se realizan las “velaciones”, la tradición consistía en velar tanto el día 1
como el 2, aunque puede hacerse todo el mes de noviembre.
En tiempos pasados, alumbrados por la luz
de las velas, los familiares permanecían toda
la noche al pie de las tumbas o nichos, hoy
cables de luz eléctrica permiten que focos y
fluorescentes se mantengan prendidos toda
la noche. Los familiares llevan petates y
frazadas para poder sentarse alrededor y
durante la noche comen y beben recordando
al difunto.
Al igual que lo hacen con los niños, los
familiares ofrecerán a nombre de los
parientes fallecidos roscas de muerto a
mujeres y hombres que se los recuerden.
Esta celebración se lleva a cabo también en
todo el norte peruano.
Gugaguas Arequipeñas |
En Arequipa, al sur de nuestro país, además de la visita a los cementerios, en algunas zonas de
día, mientras en otras se hará por la noche hasta la madrugada del día 2, lo tradicional será la
preparación de panes especiales que se venden todo el mes de noviembre. Son las llamadas
guaguas, las cuales se harán en forma de niños, caballos, estrellas, y pueden estar rellenas de
manjar, pasas, y en la actualidad hasta chocolate. Una antigua receta de Leonor Tapia de Salas
(1879-1954)2
indicaba el modo de prepararlas:
GUAGUAS DE BIZCOCHO
3 libras y 12 onzas de harina de la flor, 1 libra y 12 onzas de azúcar, 1 onza de canela en
polvo, 1 litro de leche, un poco más de ½ libra de manteca, 4 panes de masa (para hacer
levadura). Se disuelve el azúcar en ½ taza de agua caliente. La leche se tiene hervida y
tibiecita
Modo de preparar la masa: Esta se pica en pedacitos en 1 taza de la leche (esta es la
levadura). Se pone la masa en el depósito que se ha de hacer la masa, ahí se echa todo lo
anterior (la canela molida con una cascarita de naranja) y 12 huevos batidos, se mezcla
todo y se deja tapado con un mantel y encima con una frazada y se deja hasta el día
siguiente. Todo esto se hace en la noche. Al día siguiente se parte la masa en pedazos del
porte que se desee hacer las guaguas, estas se hacen como un bolillo, se aplastan
dándoles la forma, se les pone las caritas (caritas de yeso que se venden) se les abre el
centro, se les pone el dulce y al horno.
El “bautizo de guagua”, era una tradición del Día de todos los Santos esperada por las familias
arequipeñas. Años atrás, la guagua el pan con forma de bebé y carita de yeso era ofrecida
por quien haría las veces del padre a la que representaría a la madre, y ella era quien organizaba
la ceremonia del bautizo eligiendo al sacerdote, padrinos, y testigos.
Autoridades de Arequipa iniciando el tradicional Bautizo del Guagua |
Esta celebración, era además un pretexto para iniciar vínculos o fortalecer lazos y el rito era
realizado parodiando el verdadero sacramento. La “guagua de bautizo” tenía incluso una receta
especial que llevaba un relleno de manjar blanco y un baño de merengue.
Chalco Pacheco, al referirse al bautizo de las guaguas de todos los Santos en el imaginario
arequipeño señalaba:
“[…] El cura es quien conduce la ceremonia de bautizo cuyo ritual va entre bromas, chistes,
anécdotas, cuentos y chismes de cómo lo padres hicieron la guagua, en qué lugar, si
alguien los vio, echando agua bendita y pronunciando oraciones, maldiciones y
bendiciones, etc. Al buscar el nombre que llevará la guagua es el más extravagante y
extraño posible, y finalizando el acto se procede a cortar en pedazos pequeños para que
alcance y coman todos los presentes en señal de aceptación, para luego culminar con
bailes y licor que corresponde a una fiesta.” (2000, 11)
La población inmigrante, mayoritariamente procedente de Puno ha modificado las costumbres en
las celebraciones de todos los santos y día de los muertos en Arequipa. Hoy puede verse en los
cementerios arequipeños, numerosas celebraciones y mesas de ofrendas como explicaremos a
continuación para la zona del Collao.
Los aymara conciben una vida después de la muerte, donde se piensa, actúa y siente de la misma
forma que en esta vida. A diferencia de otras culturas en que la muerte significa la extinción de la
vida, para ellos simplemente significa dormir (ikiña o jach´a jiwa), cada noche experimentan una
“muerte menor” donde el espíritu se encuentra con las almas benditas, la “muerte mayor” significa
tan sólo un descanso más prolongado. Para algunos incluso “la muerte es parte de la vida”.
En la religión de los aymaras ocupa un lugar muy importante su fe en las almas de los
muertos, en particular la partida del alma después de la muerte y su establecimiento en el
mundo de los muertos. Llevados por esta fe, desarrollan un amplio conjunto de
ceremonias, costumbres, acciones, eventos y procesos rituales.
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Link consulta: Invetigación Universidad Ricardo Palma
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