sábado, 29 de octubre de 2016

LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DE MUERTOS EN EL PERÚ

“El deber más santo de los que viven es honrar la memoria de los que ya no están”
Ausonio en Parentalia (s. IV)

Una de las tradiciones que forman parte del patrimonio inmaterial de un grupo humano es la forma en que recuerda a sus parientes fallecidos. Los días 01 y 02 de noviembre, fechas en que se celebra el Día de los Santos y el de los Difuntos respectivamente, se constituye en muchos lugares una sola celebración. Se ha señalado que el modo en que en algunos lugares del Perú se rinde culto a los antepasados tiene sus orígenes en épocas prehispánicas, debido a la forma en que se celebraban los aniversarios de la muerte y el tratamiento que recibía el mallqui o cuerpo del fallecido. Es entonces cuando se le sacaba de la sepultura, se le cambiaba las ropas, y se le ofrecía alimento y bebida.

En 1615, el cronista Guamán Poma de Ayala, describe esta práctica en su “Nueva Corónica y Buen Gobierno” “Noviembre. Aya Marcay Quilla, este mes fue el de los difuntos. Aya quiere decir difunto, es la fiesta de los difuntos, en ese mes sacan los difuntos de sus bóvedas que llaman pucullo y le dan de comer y de beber, y le visten de sus, vestidos ricos, y le ponen plumas en la cabeza, y cantan y danzan con ellos, y le pone en unas andas y andan con ellas en casa en casa y por las calles y por la plaza y después tornan a meterlos en sus pucullos, dándole sus comidas y vajilla, al principal de plata y de oro y al pobre de barro; y le dan sus carneros y ropa y los entierran con ellas y gasta en esta fiesta muy mucho” (1993: 177)

Estas acciones, que los españoles encontraron a su llegada, fueron prohibidas por los sacerdotes.

En 1567 el Primer Concilio Limense indicaba en el canon 106 parte 2: “Que en las ofrendas por los difuntos, especialmente el día de las ánimas después de Todos Santos, no se permita a los indios ofrecer cosas cocidas o asadas, ni se dé ocasión para su error, que piensan que las ánimas comen de aquello” (Citado en Van der Berg,1989: 171) Por otro lado, ¿desde cuándo y de qué manera conmemoraba la Iglesia Católica a los difuntos? El culto a los parientes muertos, fue celebrado por los primeros cristianos de la misma forma en que lo hacían los romanos en sus fiestas parentales celebradas del 13 al 21 de febrero de cada año cuando el Estado consagraba una novena a los “parientes difuntos” que acababa en la Feralia. En estas fiestas, familiares y amigos de los difuntos se reunían para visitar las tumbas NOVIEMBRE Aya Marcai quilla, la fiesta de los difuntos.

El Banquete 
Al día siguiente, el 22 de febrero, en la fiesta de la Caristia, cada familia ofrecía a sus difuntos un banquete sagrado en el que el fallecido era invitado a participar. Después del Edicto de Milán (313), en el que cesa la persecución de los cristianos y muchos romanos se convierten al cristianismo, la tradición de celebrar a los muertos continúa llevándose a cabo cada febrero, haciéndose cada vez de manera más disoluta, por lo los banquetes funerarios quedan prohibidos. Es en el año 998 cuando el monje benedictino San Odilón quinto abad de Clunny estableció la oración por los difuntos entre todos los monasterios de su congregación, instituyendo el 2 de noviembre como la fecha de Conmemoración de los Fieles Difuntos para orar por las almas de los fallecidos. En el siglo XIV, esta celebración se generaliza en toda la iglesia católica, debiéndose asistir a misa, comulgar por los difuntos y visitar los cementerios. 

Esta sería la manera que los sacerdotes españoles que llegaron en el siglo XVI, inculcarían en los indígenas la conmemoración del Día de Muertos, sin embargo la forma ancestral de celebrarlo y que hemos explicado líneas arriba, sería la que iba a prevalecer, pese inclusive a las campañas de extirpación de idolatrías. Otro aspecto a tener en cuenta es la diferencia de conceptos sobre lo que significa la muerte1 para los quechuas, aymaras como para los muchos grupos culturales que ocuparon nuestro territorio, frente a la idea cristiana de la muerte: “[…] la concepción andina de la muerte y el Más Allá carecería de la idea de un Juicio Final y de las nociones de premio y castigo, de Cielo e Infierno. Tampoco se especifica en ningún momento el lugar exacto adonde han de ir los difuntos, aunque si queda explicitado el temor de que queden vagando por la tierra y causen la desdicha de los vivos. Así tal vez lo único que en este punto podamos resolver sea que la vida post-mortem significaba para las gentes andinas una existencia paralela en los mismos términos que aquella disfrutada en el plano terrestre.” (Gil, 2002:66) Para que esta existencia sea pacífica, los deudos deben ofrecerles comida, bebida, vestimenta; el buen trato con las almas será definitivo en una sociedad cuya base económica es la agricultura, y noviembre es el mes de inicio de lluvias, sólo así se asegurará una buena cosecha. A diferencia de la concepción católica, la relación entre los vivos y los muertos continúa. 

El culto a los antepasados revitaliza las relaciones de reciprocidad que sustentan la economía de la sociedad. Se ha afirmado que, como en muchas celebraciones, se produjo un sincretismo religioso, aunque a decir de algunos autores, esta aseveración es muy simplista en el caso de la celebración del Día de los Difuntos en algunos pueblos del Perú. Veamos de qué manera se celebra esta festividad en algunas ciudades del norte, centro y sur de nuestro territorio, donde a pesar que las prácticas puedan tener elementos comunes, también hay otros que las caracterizan y hacen de ellas tradiciones únicas que deberían ser preservadas. 

Celebración Norteña:
En la costa norte, en el departamento de Piura, más precisamente en la zona denominada Bajo Piura, en Sullana, Paita y Sechura, la celebración del día de muertos es tradicional y aunque ha ido variando con el tiempo, es una de las fiestas más importantes. Los días 30 y 31 los familiares van a los cementerios a limpiar y pintar las tumbas, a quitar la maleza, y las piedras. La festividad se inicia el día 1 de noviembre con el recuerdo de los “angelitos”, aquellos niños y adolescentes muertos. 

Desde las 7 de la mañana, en los cementerios se coloca flores en sus tumbas, después del mediodía y hasta las seis de la tarde se celebra en la plaza la primera parte de la festividad del Día de Santos. Frente a la iglesia se colocan puestos de venta de suspiros, buñuelos, rosquillas, alfajores, bizcochos, cocadas, pan de muerto, etc. Ese día las madres que perdieron a sus hijos, van en busca de aquellos niños de la misma edad y apariencia que se los recuerden y les ofrecen miel de chancaca y dulces. La madre del angelito bendice al niño y le da de comer a nombre de su niño muerto, “come por …” es lo que dice cada madre. Si el niño es muy pequeño le dará de comer un trozo de rosca sumergido en miel, si ya puede comer por si solo recibirá dulces, los mismos que se denominan también “angelitos”.

Los familiares acuden a los nichos por la noche a realizar la tradicional "velación"
 La celebración en recuerdo de los adultos fallecidos se inicia, desde las seis de la tarde del día 1 y durante toda la noche se realizan las “velaciones”, la tradición consistía en velar tanto el día 1 como el 2, aunque puede hacerse todo el mes de noviembre. En tiempos pasados, alumbrados por la luz de las velas, los familiares permanecían toda la noche al pie de las tumbas o nichos, hoy cables de luz eléctrica permiten que focos y fluorescentes se mantengan prendidos toda la noche. Los familiares llevan petates y frazadas para poder sentarse alrededor y durante la noche comen y beben recordando al difunto. Al igual que lo hacen con los niños, los familiares ofrecerán a nombre de los parientes fallecidos roscas de muerto a mujeres y hombres que se los recuerden. Esta celebración se lleva a cabo también en todo el norte peruano.
Gugaguas Arequipeñas
En Arequipa, al sur de nuestro país, además de la visita a los cementerios, en algunas zonas de día, mientras en otras se hará por la noche hasta la madrugada del día 2, lo tradicional será la preparación de panes especiales que se venden todo el mes de noviembre. Son las llamadas guaguas, las cuales se harán en forma de niños, caballos, estrellas, y pueden estar rellenas de manjar, pasas, y en la actualidad hasta chocolate. Una antigua receta de Leonor Tapia de Salas (1879-1954)2 indicaba el modo de prepararlas: GUAGUAS DE BIZCOCHO 3 libras y 12 onzas de harina de la flor, 1 libra y 12 onzas de azúcar, 1 onza de canela en polvo, 1 litro de leche, un poco más de ½ libra de manteca, 4 panes de masa (para hacer levadura). Se disuelve el azúcar en ½ taza de agua caliente. La leche se tiene hervida y tibiecita Modo de preparar la masa: Esta se pica en pedacitos en 1 taza de la leche (esta es la levadura). Se pone la masa en el depósito que se ha de hacer la masa, ahí se echa todo lo anterior (la canela molida con una cascarita de naranja) y 12 huevos batidos, se mezcla todo y se deja tapado con un mantel y encima con una frazada y se deja hasta el día siguiente. Todo esto se hace en la noche. Al día siguiente se parte la masa en pedazos del porte que se desee hacer las guaguas, estas se hacen como un bolillo, se aplastan dándoles la forma, se les pone las caritas (caritas de yeso que se venden) se les abre el centro, se les pone el dulce y al horno.

El “bautizo de guagua”, era una tradición del Día de todos los Santos esperada por las familias arequipeñas. Años atrás, la guagua el pan con forma de bebé y carita de yeso era ofrecida por quien haría las veces del padre a la que representaría a la madre, y ella era quien organizaba la ceremonia del bautizo eligiendo al sacerdote, padrinos, y testigos. 
Autoridades de Arequipa iniciando el tradicional Bautizo del Guagua
Esta celebración, era además un pretexto para iniciar vínculos o fortalecer lazos y el rito era realizado parodiando el verdadero sacramento. La “guagua de bautizo” tenía incluso una receta especial que llevaba un relleno de manjar blanco y un baño de merengue. Chalco Pacheco, al referirse al bautizo de las guaguas de todos los Santos en el imaginario arequipeño señalaba: “[…] El cura es quien conduce la ceremonia de bautizo cuyo ritual va entre bromas, chistes, anécdotas, cuentos y chismes de cómo lo padres hicieron la guagua, en qué lugar, si alguien los vio, echando agua bendita y pronunciando oraciones, maldiciones y bendiciones, etc. Al buscar el nombre que llevará la guagua es el más extravagante y extraño posible, y finalizando el acto se procede a cortar en pedazos pequeños para que alcance y coman todos los presentes en señal de aceptación, para luego culminar con bailes y licor que corresponde a una fiesta.” (2000, 11) 

La población inmigrante, mayoritariamente procedente de Puno ha modificado las costumbres en las celebraciones de todos los santos y día de los muertos en Arequipa. Hoy puede verse en los cementerios arequipeños, numerosas celebraciones y mesas de ofrendas como explicaremos a continuación para la zona del Collao. Los aymara conciben una vida después de la muerte, donde se piensa, actúa y siente de la misma forma que en esta vida. A diferencia de otras culturas en que la muerte significa la extinción de la vida, para ellos simplemente significa dormir (ikiña o jach´a jiwa), cada noche experimentan una “muerte menor” donde el espíritu se encuentra con las almas benditas, la “muerte mayor” significa tan sólo un descanso más prolongado. Para algunos incluso “la muerte es parte de la vida”. En la religión de los aymaras ocupa un lugar muy importante su fe en las almas de los muertos, en particular la partida del alma después de la muerte y su establecimiento en el mundo de los muertos. Llevados por esta fe, desarrollan un amplio conjunto de ceremonias, costumbres, acciones, eventos y procesos rituales. 

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